Miércoles, 13.03.02 DESIERTO DEL SAHARA (ARGELIA)
Estoy en el Sahara. En la Ciudad Santa de Ghardaia. El tiempo se ha detenido aquí. Todo es paz y armonía. La gente vive en comunión perfecta con la naturaleza. Sus miradas no tienen maldad. No tienen codicia. Se conforman con lo que tienen, que es mucho. Tienen la fe y la alegría de vivir. Frecuentemente valoramos negativamente estas sociedades árabes sin conocer su realidad. Son felices y no necesitan nuestros "valores" occidentales. Tampoco nuestra manera de vivir. Mucho más tolerantes de lo que nos hacen creer algunos medios dirigidos; la buena educación, hospitalidad y respeto a sus tradiciones presiden su existir. Su relación con el desierto es íntima. Viven en su naturaleza y comen de sus regalos. En una pequeña calle hay un pozo. Al lado una palmera. El agua que cae de los cántaros se canaliza para dar de beber al árbol, que a cambio entrega sus dátiles de cuya venta se saca para mantener el pozo.. Así ocurre todo aquí. Cerca, unos niños felices juegan a construir casitas de tierra. Qué lejos del consumismo y el derroche de nuestras sociedades de plástico. De esos niños que exigen el último modelo de juguetito o marca de pantalones.. Imbuido en estos pensamientos me despierta otra llamada a rezar. Y la gente acude. Y reza. La arquitectura que inspirara a Le Corbousier impresiona por sus proporciones, originalidad y belleza. Contemplando las estrellas en el frío silencio de una jaima, me duermo pensando en todo lo que he visto.