Jueves, 16 de Mayo OCÉANO ATLÁNTICO

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Tras los graves problemas de ayer, la jornada de navegación de hoy ha sido muy bonita. La mar sigue fuerte y en consecuencia el riesgo de caerme es alto. Tengo que navegar con especial cuidado. Siempre he de estar muy concentrado, siguiendo el ritmo que impone la mar. El viento sigue soplando desde el E-NE. Tras algunos días de tensiones lógicas, en este momento la tripulación de mi barco de apoyo está muy animada. Cada cual cumple su cometido y asume sus responsabilidades con gran profesionalidad. Por la mañana Fernando, Chus y José han reparado la driza de una manera espectacular. No es nada fácil subirse al palo con el movimiento que hay en alta mar. El día ha sido largo y estoy cansado. Mi muñeca izquierda ha mejorado bastante pero los músculos de mis brazos y piernas está agotados después de tantos días de esfuerzo continuado sin descanso. También mi cuello se resiente de tantas horas en pie. Me siento al límite de mis posibilidades físicas. 
A las cinco horas de iniciar mi singladura de hoy, me he acercado al barco de apoyo y me han dicho que hace unas horas ha llamado Marcial para interesarse por la travesía y dar sus valiosos ánimos. La noticia me ha llenado de alegría. Al final, son siempre Ugarte, Marcial y De la Cuadra los que me llaman continuamente para que aguante. Ellos conocen perfectamente lo que estoy viviendo estas semanas y saben lo que valoro su interés y fuerza. Me ayudan muchísimo a mantener mi moral alta y los miedos alejados. También han llamado de Antigua. Valoran muy positivamente esta singladura y están muy contentos que sea su tierra la primera que toque en América. Me desean buenos vientos y animan a que llegue a su país pronto. Quieren recibirme con mucho cariño... 

Miércoles, 15 de Mayo OCÉANO ATLÁNTICO

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Hoy ha sido un día difícil. El mas difícil de mi vida. He sufrido otro hundimiento parecido al que me ocurrió en la primera jornada de navegación entre Roma y Nápoles. ¿Te acuerdas? He vivido el momento más complicado de la travesía. A las cuatro horas de iniciar la jornada de hoy, he parado sorprendido por un gran banco de peces. Se acercaban despacio y tocaban el casco de la "NUMANCIA" Después de fotografiarlos con la cámara sumergible, súbitamente desaparecen. Debajo de mi embarcación puedo ver un gran tiburón que los ha asustado. A mí también... Zarpo "volando" del lugar y continúo avanzando muy asustado. Al poco rato sucede lo peor. El barco de apoyo está a unas ocho millas detrás de mi posición. Navega con el mismo rumbo que yo. Le he perdido de vista hace una hora y decido hacer un alto en el camino para no sacarle demasiada distancia. Siempre que paro a esperarle intento quedar en la prolongación exacta de su derrota. Así, en el caso de tener un problema grave hay mas posibilidades que pueda pasar cerca de mi. 
Al parar, abro el compartimiento donde guardo el agua, víveres, sistemas de seguridad y la caja estanca que protege el teléfono satélite. Me despisto ordenándolo todo cuando de repente, una enorme ola me sorprende y me descabalga violentamente. Quedo bajo el agua un rato recordando el gran tiburón que acabo de ver... Salgo a flote y nado raudo hacia la NUMANCIA. Veo que la moto acuática está boca abajo embarcando una enorme cantidad de agua. ¡Se hunde! Cuando intento darle la vuelta está entre dos aguas. Casi hundida. Por el golpe de mar, el GPS portátil y el walkie-talkie de seguridad han salido despedidos del compartimiento y desaparecen en las aguas junto a las bengalas y todos los botes de humo. Compruebo el estado de la radio instalada en la moto acuática y veo que no funciona. En dos segundos he quedado sin posibilidad alguna de comunicación con el nodriza. Ni siquiera podré hacer señales con las bengalas o botes de humo... Aterrorizado por la idea que el tiburón anda muy cerca y me he convertido en una fácil presa, solo pienso en salvar mi pequeña nave porque es la única manera de salvarme yo. 
Me encuentro en una situación límite. Otra ola vuelve a volcar mi barquito. Sumergido en el agua con mi chaleco salvavidas, miro hacia el fondo del Océano que es amenazadoramente negro. Salgo al lado de la semihundida "NUMANCIA" de la que ahora solo sobresale la parte que normalmente no se ve. Aunque desde el agua y con las enormes olas no es fácil, lo primero que debo hacer es volver a intentar girarla para poder activar la bomba de achique que extraiga el agua y evite su total hundimiento. Si sale bien, podré embarcarme otra vez y evitar permanecer demasiado tiempo en las frías y peligrosas aguas atlánticas. El problema es que está totalmente inundada y no puedo darle la vuelta. Pruebo varias veces, pero no es fácil que se mantenga en su correcta posición. Se gira una y otra vez. Las montañas de agua no me ayudan precisamente... Paso por momentos de total angustia y desesperación aunque logro guardar la calma: la situación está tan mal que peor no se pueden poner las cosas... Solo pueden ir a mejor.. Finalmente, lo logro. Activo inmediatamente la bomba de achique que comienza a sacar una enorme cantidad de agua. Mientras está achicando, desde el agua trato de mantenerla para que no vuelva a zozobrar. Cuando empieza a recuperar flotabilidad, ya no se hace necesario que siga evitando que gire. A los veinte minutos puedo embarcarme. Como era de esperar, no funciona. Intento ver los daños en el motor. Para eso, me veo forzado a tener que volver a abrir el compartimiento e incluso quitar la bandeja que deja el motor al descubierto. Aguanto orzando para intentar que la ola no vuelva a desembarcarme. La situación es complicadísima. Reviso las conducciones eléctricas. Está todo empapado. Seco todo lo que puedo con la mayor calma posible. Por fin puedo cerrar quedándome mas tranquilo. Antes de intentar poner en marcha rezo y medito sobre lo que me puede pasar: si no logro arrancar y el barco pasa de largo, moriré. Pienso en lo duro que puede ser morir en esas circunstancias: esa misma noche y de frío. Lo único que podría salvarme son las dos radiobalizas que tengo. La primera la llevo instalada a bordo, pero compruebo que ha quedado inutilizada. La segunda está incorporada en mi reloj Breitling Emergency. Esa es la única posibilidad que podría tener siempre y cuando funcionara correctamente y pudiera resistir el tiempo que tardarían en localizarme. Enseguida me doy cuenta que pasaría demasiado tiempo ante que el frío apagara mi temperatura vital. No la voy a activar. Tengo que intentar poner en marcha como sea. Aunque sigue habiendo mucha mar, antes de intentarlo vuelvo a acceder al motor y continúo secando. Soplo las pipas de las bujías, y seco todo lo que puedo desconectar dejando que se oree el motor siempre pendiente de hacer mil equilibrios para no caer... Una hora mas tarde puedo ver al barco en la lejanía. Navega exactamente en mi dirección. Vuelvo a cerrar y me quedo reflexionando en la soledad. En mi travesía, he previsto muchos sistemas de seguridad. Muchos de ellos ya han sido probados con éxito en la etapa entre Roma y Canarias. Por increíble que parezca, se pueden inutilizar todos a la vez. Hoy ha sucedido... Las circunstancias muchas veces hacen que ocurra lo que es difícil de imaginar siquiera. Quien iba a pensar por ejemplo que la radio sumergible instalada en la moto acuática iba a embarcar agua en esas circunstancias cuando a resistido cinco mil millas ahí donde está... Como imaginar que las bengalas iban a salir de su sitio; un lugar donde están alojadas a presión y con una correa de seguridad para que no se pierdan.. Por que la radiobaliza no funciona..?? 
Con la mayor sangre fría posible (aunque mi sangre ya está helada por la temperatura del agua..) me embarco y pruebo a poner en marcha. No responde. Pasa el tiempo y no logro arrancar. El barco está ya muy cerca pero no lo suficiente para que puedan verme. Aunque gritara con todas mis fuerzas, nunca me oirían. Si no arranco ¡van a pasar de largo...! La batería está muy débil después de activar la bomba de achique durante tanto tiempo. Por un momento veo que todo ha terminado. Gracias a Dios, al final logro arrancar y navego despacio rumbo a la proa del barco. Hago señales de emergencia y arrían todo el trapo para poder embarcar la NUMANCIA. Una vez a bordo, explico que he tenido algún problemilla mecánico. No quiero preocuparles en demasía. Si conocen toda la realidad de lo que acabo de vivir, pueden asustarse y su moral bajar mucho. No hace falta que lo sepan, aunque Chus si tiene que saberlo para poder reparar. Se lo cuento, aunque lo mas "descafeinado" posible, e inmediatamente mi amigo se pone manos a la obra para arreglar la pequeña moto acuática. Fernando y José están muy excitados porque dentro de poco empieza el partido de la final de la Copa de Europa que juega el Real Madrid. Tienen sintonizada Radio Exterior de España y han pintado decenas de hojas de papel con consignas madridistas que han pegado por todos los mamparos del catamarán. Es genial ver a los aficionados animando a su equipo desde la mitad del Océano Atlántico... Yo soy de la Real Sociedad, del Numancia y el Osasuna; pero me encanta que un equipo español gane en Europa y hoy me siento madridista a tope. 
Una hora después estoy otra vez metido en el agua. La singladura continúa. Aunque estos sustos son muy peligrosos, ya sabía todo lo que podía pasar y lo asumo. Lo de hoy incluido. Hay que seguir intentándolo. La isla de Antigua está al Oeste; detrás del horizonte... 

Martes, 14 de Mayo OCÉANO ATLÁNTICO

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El gran desierto azul sigue infinito ante mí. La proa de la pequeña "NUMANCIA" sigue rumbo Oeste. Muchas veces imagino las proas de esas carabelas que navegaban con mi mismo rumbo y parecida ilusión. 
Hace justo ahora 500 años, Cristóbal Colón se aventuraba por cuarta y última vez en su viaje americano. Eran cuatro carabelas. Zarparon el 20 de Mayo de 1502. Una de las naves se llamaba "vizcaína" (para que luego nos quieran comer el coco algunos con lo del cuento nacionalista...) Desde la mar he telefoneado al Presidente del comité de mi expedición: Miguel de la Quadra Salcedo. Le ha hecho mucha ilusión que le llamara y me ha preguntado todo sobre mi Expedición. Sus ánimos y sabios consejos han presidido mis travesías desde 1992. Miguel me ayudó a organizar la Sevilla-Génova de 1993. La travesía San Sebastián-Cadaqués de 1994 que significó dar toda la vuelta a España y Portugal y que sirvió para conmemorar el 500 aniversario de la firma del tratado de Tordesillas. También me ayudó Miguel en 2000 a organizar la travesía del Canal de Panamá, justo en el momento en el que Panamá recuperaba la plena soberanía sobre el Canal. Miguel es otra de las personas que me aconsejan siempre. Como Ugarte y Marcial. Los tres entienden y ayudan siempre a los que creen que los sueños se pueden hacer realidad. 
La mar sigue por la aleta de estribor. El tiempo mejora cada día y el viento sigue estable en 22 nudos. Navegando siempre en pie sobre mi "delfín mecánico" las horas pasan entre las reflexiones que regala el horizonte que separa los dos azules. Mi muñeca derecha está muy débil. Me duele y se resiente con la carga de un peso que se multiplica constantemente con las inercias de la navegación. Un pequeño pez volador sigue aprendiendo a volar. Torpemente se cae una y otra vez, en un espectáculo que resulta enternecedor como sería igual en el caso de cualquier otra cría de cualquier especie: emocionante, como es todo en la Madre Naturaleza.
En los pasados días, he tenido grandes dificultades para subir la NUMANCIA al catamarán. Las olas son muy altas en estas latitudes y aunque cada vez tenemos mas experiencia, hay momentos de verdadera tensión y angustia. Tras cuatro intentos fallidos, a la quinta se ha podido conseguir. Yo también lo he pasado muy regular para embarcarme...